Dia 7 - La caridad de Doña Pulquiria

Otra vez ese intenso dolor, esta vez en el dedo meñique de la mano izquierda, hizo que me sobresaltara de la cama.
Era doña Pulquiria con esas tenazas de nuevo
-¡LAS PATATAS!-gritó doña Pulquiria.
Yo no la entendí.Mi dedo salió disparado hacia el techo, este quedó impregnado de sangre.
Ya le había cogido el truquillo a rebañar retretes con ese dedo, en ese momento decidí retirarme del noble arte de limpiar retretes.
-No las has pelado...-dijo decepcionada- yo confiaba en ti Pepito.
Ahora lo entendía,había fallado a doña Pulquiria.
Eran las 4.
Entonces, cuando doña Pulquiria se dirijía ya a la puerta para salir de la habitación, se me ocurrió preguntarle una tontería.
-Doña Pulquiria..Ayer estuve dando una vuelta por el orfanato-doña Pulquiria se paró en seco-y de casualidad me topé con una puerta muy curiosa, entré dentro, y encontré un montón de perritas dando su leche...¿Qué era eso?¿Un almacén de perritas?
Doña Pulquiria giró la cabeza bruscamente y sus ojos abiertos como platos se clavaron en mi.
Doña Pulquiria se abalanzó sobre mí gritando como una energúmena y con un golpe en la cabeza me dejo semi inconsciente.
Me arrastró durante bastante tiempo,(cosa que me tenía merecida, por preguntar lo que no debía) hasta llegar a un cuarto pequeño y oscuro.
Con la visión aun borrosa pude apreciar una caja de madera, en la que en grandes letras rojas ponía "IRAK".
Esa caja debía de ser para dar alimentos y ropas a los niños tercer mundistas de Irak, definitivamente doña Pulquiria era una de las mejores personas que había conocido en mi vida.
Antes de desmayarme por ese insoportable dolor en la cabeza, noté como Doña Pulquiria me introducía en la caja, con esa sádica sonrisa que le caracterizaba.
Finalmente me desmayé.